7.30 a.m. Hora de levantarse. Todo lo que nos puedan brindar los (a la vez, afortunados y desafortunados) jardines con los que nos topemos será bienvenido. Buscamos flores, formas, colores. Encontramos buganvilla, monstera deliciosa, lavanda, dátiles. Amarillos, verdes, rosas, azules. Cestas llenas de todo lo que necesitamos. Satisfechos, Carlota Cabrera (que hará de estilista) y yo, guardamos las tijeras en el coche y ponemos rumbo a empezar la jornada.
Después de recoger a Alba y buscar a Miriam García, la artista de maquillaje, entre los recovecos de Santa Brígida, llegamos a la espectacular casa de Carlota.
Miriam comienza a preparar su maletín mientras Alba agradece que se vayan a ocupar de disimular su cara de dormida. Nosotros traemos las cortinas, sábanas y telas que hemos comprado en La Obra Social, por el precio de un euro la unidad, con las cuales nos ocuparemos de simular las faldas, vestidos y velos que ayudarán a transportarnos a La India más profunda. Un par de imperdibles, algún que otro arreglo, y listos.
Hace sol, la compañía no puede ser más agradable, el entorno también inmejorable y rebosamos de ideas. Conseguimos, sin duda, entendernos.
“Azafrán” nace y se desarrolla gracias al trabajo de personas que aman lo que hacen, y que ponen todo su esfuerzo en reflejarlo en sus proyectos.
Agradecimientos especiales a Carlota Cabrera, cuyas ideas (y collares) conjugaron a la perfección una vez más con las mías.
A Miriam García, por tener las manos mágicas.
A Alba Rosso, por parecer tan hindú.
A la familia de Carlota, por acogernos, alimentarnos, y dejarnos utilizar su precioso espacio.
A The Atlas Magazine, por publicar las fotos.
A ustedes, por apoyarme.